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Envejecimiento

Autora: Dra. Perla Arguelles Castro


Hoy en día, se puede ver más personas de la tercera edad, pero con mayor carga de enfermedades. Intervenciones en el estilo de vida, mayor ejercicio y reducción en la ingesta de ciertos alimentos pueden ayudar a mantener una vida más saludable.

Durante los últimos 200 años, la esperanza de vida humana promedio se duplicó en la mayoría de los países desarrollados y gran parte se debe al cambio en la calidad del agua, los alimentos, higiene, vivienda y estilo de vida, inmunización contra enfermedades infecciosas, antibióticos y atención médica mejorada que ha reducido la mortalidad a temprana edad; se prevé que las tasas de supervivencia de los ancianos y la esperanza de vida media sigan aumentando, la mayoría de los aspectos de la salud específica por edad también han mejorado, con aumento en el funcionamiento físico y cognitivo durante el envejecimiento que se ha visto en varios estudios de investigación.

El reciente aumento en la esperanza de vida ha sido muy rápido y existe la posibilidad que el factor genético influya. En las poblaciones contemporáneas, los individuos que sobreviven a grandes edades son particularmente llamadas "zonas azules" del mundo, como en Okinawa en Japón, parte de Cerdeña en Italia, Ikaria en Grecia, Nicoya en Costa Rica y Loma Linda en los Estados Unidos. No se ha encontrado que estas poblaciones sean genéticamente distintos de sus vecinos, sin embargo el medio ambiente y el estilo de vida, incluidas las redes sociales, parecen tener un papel importante en el envejecimiento saludable de estas personas.

Factores como la dieta, la educación y la actividad física a lo largo de la vida posnatal tienen un efecto acumulativo sobre la mortalidad, y las condiciones durante la vida, así como la salud de los padres también tienen una gran influencia. Sin embargo, una vida saludable y libre de enfermedades no ha aumentado tanto como la vida con enfermedades. Un aumento global de cinco años en la esperanza de vida total entre 2000 y 2015 ha ido acompañada de solo 4.6 años de esperanza de vida saludable.

Un promedio del 16 al 20% de la vida se pasa ahora en la morbilidad tardía, más en mujeres que en hombres, y en individuos con un nivel socioeconómico más bajo u obesidad. Muchos de nosotros ahora vivimos más tiempo que nuestro pasado evolutivo, a edades que han sido moldeadas por la selección natural. La edad adulta avanzada es, por tanto, el principal factor de riesgo de enfermedades crónicas mortales, incluido el cáncer y las enfermedades cardiovasculares y neurodegenerativas, estas condiciones afectan principalmente a las personas mayores en la actualidad. El envejecimiento deteriora los sentidos, función motora y cognitiva, y por lo tanto reduce la calidad de vida.

El trabajo experimental con animales de laboratorio, principalmente levadura, gusanos nematodos, moscas de la fruta y ratones, ha revelado la notable maleabilidad del envejecimiento, un estudio a nivel genético, ambiental y farmacológico demostró que las intervenciones pueden prolongar la vida útil, reducir la pérdida de función y enfermedades del envejecimiento y, en algunos casos, comprimen la morbilidad en la vejez. Tenemos que entender que no seremos capaces de abolir el envejecimiento, pero esperamos poder atenuar el proceso y mejorar en gran medida sus efectos.

El análisis genético de la marcada variación individual en la esperanza de vida humana podría identificar posibles objetivos de intervención, y varios enfoques en donde estudios de gemelos han sugerido que la esperanza de vida humana es de alrededor del 25% heredable, lo que indica que existe un efecto grande, y posiblemente modificable, de los factores ambientales en esperanza de vida, la heredabilidad de la esperanza de vida es mínima para los padres que mueren entre la pubertad y los 60 años, y luego aumenta progresivamente con la muerte en edades posteriores.

En relación con los fenotipos y mecanismos del envejecimiento humano se inicia el proceso de envejecimiento en varios tipos de deterioro fisiológico. A partir de la tercera década, los cambios corporales relacionados con la edad se producen en la composición humana: pérdida de hueso, cartílago, masa muscular, fuerza y ??ganancia de grasa abdominal, posteriormente, sistémico como en el sistema endocrino, resultando en alteraciones en los niveles hormonales y en la circulación, lo que resulta en cambios en la sangre como la presión arterial y lípidos, y también las respuestas de los tejidos a las hormonas puede verse afectado, como en la resistencia a la insulina, rigidez vascular, que pueden afectar el corazón.

Eventualmente, estos continuos cambios subclínicos pueden culminar en una variedad de enfermedades definidas médicamente en mediana edad, con la coexistencia de dos o más condiciones de salud crónicas en un individuo que se define como multimorbilidad.

Personas con niveles más altos de marcadores de riesgo de enfermedad en la sangre y aquellos con multimorbilidad, mueren hasta 20 años más jóvenes que aquellos con niveles inferiores. Los adultos mayores suelen tener fragilidad, un índice compuesto de mala salud, déficits funcionales y psicosociales, lo que aumenta el riesgo de caídas, fracturas, hospitalización, insuficiencia orgánica, discapacidad y muerte.

Los mayores desafíos médicos en el tratamiento del creciente número de los pacientes ancianos son multimorbilidad, presente en al menos la mitad de los ancianos mayores de 70 años, el uso relacionado de cinco o más tipos de medicamentos (polifarmacia), que ocurre en más del 10% de la población general, y en el 30% de los ancianos. Hasta el 12% de todos los ingresos hospitalarios de los pacientes mayores puede atribuirse a reacciones adversas a los medicamentos, que más comúnmente implican anticoagulantes, disminución de la presión arterial y fármacos hipoglucemiantes, agentes antiplaquetarios (aspirina) y antiinflamatorios no esteroideos.

Los factores de riesgo conductuales también tienen un papel importante, grandes estudios de cohortes múltiples en países de ingresos altos han indicado que el número de años perdidos por fumar, inactividad física y alta ingesta de alcohol son, en promedio, 4.8, 2.4 y 0.5 años, respectivamente. El comportamiento sedentario es especialmente común entre las personas mayores, que pasan, en promedio, casi 10 horas en una inmóvil postura. Por lo tanto, la OMS (Organización Mundial de la Salud) está apuntando a los principales factores de riesgo que se han identificado hasta ahora, con el objetivo general de reducir la mortalidad prematura por enfermedades no transmisibles.

El tratamiento en los adultos con riesgo de diabetes se basa en la modificación de su dieta y/o aumentar su actividad física y pueden ser tan eficaces como dar algún fármaco, así como puede mejorar la atrofia cerebral, el rendimiento cognitivo y reducción de la mortalidad debido a cáncer y enfermedades cardiovasculares; todo se han logrado mediante alteraciones en el estilo de vida, dietas específicas, entrenamiento cognitivo y manejo del riesgo vascular, la restricción calórica, y la suplementación de vitamina D han dado eficacia para condiciones específicas. Sin embargo, la respuesta a estas intervenciones puede mostrar una variación individual.


REFERENCIAS: 

· Vaupel, J. W. et al. Biodemographic trajectories of longevity. Science 280, 855–860 (1998)

· Kaplanis, J. et al. Quantitative analysis of population-scale family trees with millions of relatives. Science 360, 171–175 (2018).

· Mahley, R. W. & Rall, S. C. Jr. Apolipoprotein E: far more than a lipid transport protein. Annu. Rev. Genomics Hum. Genet. 1, 507–537 (2000).

· Ash, A. S. et al. Are members of long-lived families healthier than their equally long-lived peers? Evidence from the Long Life Family Study. J. Gerontol. A 70, 971–976 (2015)

· Morris, B. J., Willcox, D. C., Donlon, T. A. & Willcox, B. J. FOXO3: a major gene for human longevity—a mini-review. Gerontology 61, 515–525 (2015).