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Ética en medicina 


Autor: Dr. Luis O. Tamez


Al inicio del fin de la segunda guerra mundial, cuándo los ejércitos aliados liberaban los campos de concentración nazi, como los de Dachau y de Auschwitz-Birkenau, así como los campos de exterminio, también llamados campos o fábricas de muerte: Belzec, Sobibór, Treblinka. Los soldados se encontraron con un panorama aterrador, se habían cometido ahí todo tipo de atrocidades y barbaridades en contra de seres humanos.

Personas en estado de inanición, golpeados y mutilados, deambulaban por todas las instalaciones, enajenados por el encierro y la incertidumbre no sabían que hacer. Sus captores, habían huido ante la inminente llegada de los ejércitos aliados. Pero ellos, en lugar de escapar, se aferraban a la “seguridad” de la prisión.

Inicialmente en los campos se encarcelaba a los oponentes políticos y a toda persona que el régimen nazi percibiera como una amenaza a su seguridad. También a los que se consideraba que cometían actividades “antisociales” (ladrones, homosexuales, activistas). Pronto al amparo del movimiento racista, en la llamada política en defensa de una “raza superior”, las prisiones se llenaron de personas de raza judía y gitanos consideradas por el régimen nazi como inferior.

En aquellas prisiones, los internos eran obligados a realizar trabajos agotadores y muchas veces sin sentido. Pero la población creció tanto, que posteriormente, al resguardo de los muros y la complacencia de las autoridades militares se podía “eliminar” fuera del escrutinio público y sin necesidad de llevar un engorroso y prolongado proceso judicial, a cualquier enemigo real o ficticio.

Algo que llamó la atención y cimbro a la comunidad científica fue la cantidad de “experimentos” inhumanos realizados con los prisioneros.

Antes el régimen nazi había puesto en marcha la política racista en defensa de una “raza superior” para lo que se promulgaron leyes como la llamada: Ley para la prevención de las enfermedades hereditarias de la descendencia “Acta de esterilización”. Esta, permitía que a instancias de un tribunal compuesto por dos médicos y un juez, se realizara la esterilización obligatoria de personas diagnosticadas con: debilidad mental congénita, esquizofrenia, psicosis maníaco-depresiva, epilepsia hereditaria, ceguera o sordera congénita, malformaciones corporales de carácter hereditario, alcoholismo crónico grave, entre otras enfermedades.


Pero en los campos de concentración se llevaban a cabo diversas “líneas de investigación”:

1.- Las dirigidas a mejorar la supervivencia del ejército alemán frente a agentes bélicos (gases tóxicos, bombas incendiarias, radiaciones), también a condiciones meteorológicas adversas (frío, altura).

2.- Se experimentaba con nuevos fármacos o técnicas quirúrgicas y

3.- Estudios destinados a demostrar las teorías nacionalsocialistas de superioridad racial (antisemitismo, eugenesia).

Pero además se realizaban todo tipo de experimentos sin sentido, ni lógica científica, y sobretodo, sin la menor compasión, ni la autorización, de quienes iban a ser utilizados como objetos de estudio, los presos estaban ahí, siempre disponibles.


Se cometían verdaderas aberraciones, con el supuesto de buscar avances científicos:

a.- se ocasionaban heridas en las que se introducía virutas y cristales, sobreinfectándolas con Streptococcus o Clostridium tetani y se trataban con sulfamidas para comprobar su eficacia (Ravensbrück, 1942-1943).

b.- se causaban heridas con gas mostaza (Sachsenhausen y Natzweiler, 1939-1945) o con fósforo, dejando morir a los afectados para estudiar la evolución (Buchenwald, 1943-1944).

c.- se hacían estudios de sobrevivencia. Calculando los días que se podía resistir bebiendo sólo agua de mar (Dachau, 1944); o cuántos días se podía sobrevivir a temperaturas de congelación (Dachau y Auschwitz, 1941).

d.- la efectividad de venenos orales y balas envenenadas (Buchenwald, 1943-1944).

e.- inoculación de enfermedades transmisibles: fiebre amarilla, viruela, tifus, paratifus A y B, cólera y difteria (Buchenwald y Natzweiler, 1941-1944).

f.- la esterilización mediante rayos X, castración quirúrgica o inyección de diversas sustancias como formol o nitrato de plata en las trompas de Falopio. (Auschwitz y Ravensbrück, 1941-1945).


El Dr. Josef Mengele, tenía un especial interés en experimentar con gemelos, quería mostrar las similitudes y diferencias en la genética y eugenesia de estos. Realizó experimentos en más de 1.500 pares de gemelos (menos de 200 individuos sobrevivieron a los estudios). Algunos de estos “experimentos” eran realmente absurdos, producto de una mente desquiciada, por ejemplo: inyectar diferentes sustancias en los ojos de los gemelos para ver si podían cambiar de color, o literalmente coser a un par de gemelos para intentar crear siameses.

Se implementó el denominado programa para la eutanasia caritativa, que consistía básicamente en el exterminio sistemático en las cámaras de gas de pacientes psiquiátricos. Este método de asesinatos masivos fue más tarde aplicado para llevar a cabo el genocidio de judíos, gitanos y otras etnias.

En beneficio de la humanidad y con la intención de hacer crecer el conocimiento, estos “pseudocientíficos” realizaron todo tipo de experimentos en seres humanos. Para la mayoría de los científicos, los estudios realizados por esos médicos eran tan crueles, que deberían ser considerados como crímenes en contra de la humanidad. El argumento de los acusados fue que el fin (avance de la ciencia y el conocimiento), justifica los medios (sacrificio de las personas privadas de su libertad o físicamente y mentalmente enfermos).

Al ser puestos al escrutinio de la comunidad científica, la pregunta fue obligada:

¿Hasta donde es permitido, en beneficio del conocimiento, exponer a los seres humanos? ¿La búsqueda del conocimiento debe restringirse?, debe limitarse la investigación y la experimentación científica. La respuesta es obvia: limitar o restringir la investigación, nos regresaría a la época del oscurantismo, además de que, quitarle, a quien la tiene, la inquietud de investigar es imposible. Sin embargo los experimentos nazis pusieron de manifiesto la importancia de reglamentar la investigación. Antes ya se habían cometido todo tipo de excesos en nombre de la ciencia, lo que sucedió en el régimen nazi, no era novedad, sin embargo nunca antes había sido tan grotesco lo que un “pseudocientífico”, es capaz de hacer. La mejor solución fue: la bioética, como disciplina integradora y moral, una forma de autocensura.

Terminada la II Guerra Mundial, los excesos cometidos por los “científicos” del régimen nazi, motivaron la redacción del Código de Nüremberg (normas éticas acerca de la experimentación en seres humanos, 1947). Sus autores Leo Alexander y Andrew Ivy, se basaron en los criterios usados para condenar a 24 médicos nazis en el llamado “Juicio de los Médicos” (Nüremberg 1945-1946).

Una de las acusaciones más fuertes que se les hizo, fue: haber formado parte en “experimentos médicos”, sin el consentimiento de los sujetos. Por lo tanto en el Código de Nüremberg se insiste en el consentimiento informado y voluntario de las personas sometidas al experimento, obtenido sin ningún tipo de coerción. Además la necesidad de evitar todo sufrimiento físico y mental innecesario, y la evidencia de que el experimento es necesario y que conlleva un beneficio para toda la sociedad.

El Código de Nüremberg, puede considerarse el primer intento formal y mundial de regular la actividad asistencia y sobre todo la investigación científica, fue publicado el 20 de agosto de 1947, consta de 10 puntos que definirán la investigación médica legítima y con la cooperación informada de la persona que será sujeta al estudio (consentimiento informado).


Los principales puntos son:

1.- Es indispensable el consentimiento voluntario del sujeto humano, sin coacción, amenazas de suspender la atención que recibe, sin fraude o engaño. Se le debe brindar la información necesaria sobre el procedimiento, el tiempo de duración, los fines del experimento, posibles beneficios y riesgos, en un lenguaje que sea comprensible a su nivel intelectual y cultural.

2.- El experimento debe ser tal que dé resultados provechosos para el beneficio de la sociedad, no sea obtenible por otros métodos o medios y no debe ser de naturaleza aleatoria o innecesaria.

3.- El experimento debe ser proyectado y basado sobre los resultados de experimentación animal y de un conocimiento de la historia natural de la enfermedad, de tal forma que los resultados previos justificarán la realización del experimento.

4.- El experimento debe ser realizado de tal forma que se evite todo sufrimiento físico y mental innecesario y todo daño.

5.- El grado de riesgo que ha de ser tomado no debe exceder nunca el determinado por la importancia humanitaria del problema que ha de ser resuelto con el experimento.

6.- Se debe disponer de una correcta preparación y unas instalaciones adecuadas para proteger al sujeto de experimentación contra posibilidades, incluso remotas, de daño, incapacitación o muerte.

7.- El experimento debe ser realizado únicamente por personas científicamente cualificadas.

8.- Durante el curso del experimento el sujeto humano debe estar en libertad de interrumpirlo sin necesidad de justificar su decisión.


Pero en realidad mucho tiempo atrás, en el área de la medicina se veía esta necesidad. La idea de una ética médica existe desde Hipócrates, considerado el padre de la medicina, nació en el año 460 a de C. Él hablaba de los deberes éticos de los médicos y los plasmó en lo que se conoce como el juramento hipocrático. Es un juramento en que los médicos hacíamos después de aprobar el examen profesional ante sinodales, ellos al darnos el resultado nos pedían que leyéramos y nos comprometiéramos ante las palabras del padre de la medicina.

Hoy el juramento Hipocrático, ha sido cambiado y los médicos recién titulados, juran ante sus maestros sinodales, con su mano derecha sobre el corazón, el Juramento Médico, establecido por la Asociación Médica Mundial (Declaración de Ginebra, versión 1983), que dice:


Prometo solemnemente consagrar mi vida al servicio de la humanidad; 

Velar ante todo por la salud y el bienestar de mis pacientes; 

Respetar la autonomía y la dignidad de mis pacientes; 

Velar con el máximo respeto por la vida humana; 

No permitir que consideraciones de edad, enfermedad o incapacidad, credo, origen étnico, sexo, nacionalidad, afiliación política, raza, orientación sexual, clase social, o cualquier otro factor se interponga entre mis deberes y mi paciente; 

Guardar y respetar los secretos que se me hayan confiado, incluso después del fallecimiento de mi paciente; 

Ejercer, mi profesión con conciencia y dignidad, conforme a la buena práctica médica; 

Promover el honor y las nobles tradiciones de la profesión médica; 

Otorgar a mis maestros, colegas y estudiantes el respeto y la gratitud que merecen; 

Compartir mis conocimientos médicos en beneficio del paciente y del avance de la salud; 

Cuidar mi propia salud, bienestar y capacidades para prestar una atención médica del más alto nivel; 

No emplear mis conocimientos  médicos para violar los derechos humanos y las libertades ciudadanas, ni siquiera bajo amenaza; 

Hago esta promesa solemne y libremente, empeñando mi palabra de honor. 


Tal vez para algunos podría parecer mero trámite, pero en lo personal, que algún día hice el juramento ante mis maestros, y que muchas veces he estado presente como sinodal, cuando el joven médico lee el juramento, no deja de ser un momento muy emotivo. Un momento para reflexionar en el enorme compromiso que se esta adquiriendo.

La ética es una rama de la filosofía que estudia el comportamiento humano y su relación con las nociones del bien y del mal, los preceptos morales, el deber y el bienestar común, nos ayuda a encontrar el mejor comportamiento del ser humano, independientemente del área en que se desenvuelva. La ética, no es punitiva desde el punto de vista jurídico, pero, promueve la autorregulación individual, social y de gremios o grupos.

Después del código de Nürenberg (1947), la Asociación Médica Mundial (World Medical Association, WMA), promulgo la declaración de Helsinki (1964), donde se refuerzan muchos de los criterios antes descritos y se agregan conceptos importantes: el propósito principal de la investigación médica en seres humanos es mejorar los procedimientos preventivos, diagnósticos y terapéuticos, y también comprender la etiología y patogenia de las enfermedades. Incluso, los mejores métodos preventivos, diagnósticos y terapéuticos disponibles deben ponerse a prueba continuamente a través de la investigación para que sean eficaces, efectivos, accesibles y de calidad. La investigación médica está sujeta a normas éticas que sirven para promover el respeto a todos los seres humanos y para proteger su salud y sus derechos individuales.

Pero la ética no se limita a normar la investigación, sino también ofrece criterios sobre la relación que ha de establecerse entre el personal y las instituciones dedicadas a la atención de la salud y el paciente. Un concepto relacionado, pero no igual es la llamada “Deontología Médica” que se refiere al conjunto de principios y reglas éticas que deben inspirar y guiar la conducta profesional del médico.

La deontología implica una búsqueda de reglas bien fundadas que pueden servir como base para tomar decisiones morales. Una vez que se establecen las reglas, tienen que ser aplicadas en situaciones específicas, es aquí donde puede surgir desacuerdos de criterios, por ejemplo lo juramentado, en el “Juramento Médico”, establecido por la Asociación Médica Mundial: “Mantener aún bajo amenazas, absoluto respeto por la vida humana desde su concepción, y no utilizar mis conocimientos médicos contra las leyes de la humanidad.” Entonces el aborto, la eutanasia o la pena de muerte al criminal, son contrarios al compromiso establecido.

El ejercicio de la medicina implica enfrentar todos los días, en cada paciente la toma de decisiones, algunas de estas, podrían involucrar un conflicto entre los principios éticos: beneficencia, autonomía, conflicto de valores, conflicto de evidencias, conflictos de ética personal y obligaciones profesionales. Ante un enfermo, el profesional debe recordar que esa persona no solo tiene problemas físicos o biológicos, sino también problemas psicosociales, familiares, económicos, entre otros. , que expresa en cada momento sus emociones, inquietudes, creencias, prejuicios, que terminaran por ser una fuente de estrés para él y sus familiares.

La ciencia médica avanza a una velocidad vertiginosa, en todas sus ramas se vive una época de alta tecnología, lo cual hace aún más importante el auto regulación del científico. Lo que hace algunos años parecía “ciencia ficción”, es una realidad.

La manipulación de los genes, la biotecnología molecular, la medicina genómica, las neurociencias, surge un nuevo paradigma; ¿cuál es el límite?, queda claro que para el descubrimiento de los misterios de la naturaleza, la vida y el ser humano, no existe el límite. Luego entonces, existe un límite hasta el cual deba participar los humanos como parte de estudios y experimentos.

La clonación de la oveja “Dolly” (1997), abrió un tema polémico, en el ámbito científico y también en el religioso. La posibilidad de crear un ser humano a imagen y semejanza del donador de las células: ¿coloca al científico en el nivel de dios?

Porque no es solo el ser humano, sino algunas de sus células sobre las que se ha enfocado la investigación; por ejemplo la reproducción asexual y la manipulación de células pluripotentes (células madre-stem cells), obtenidas de embriones o de médula ósea, de las que se pueden obtener células diferenciadas para producir los tejidos y órganos necesarios para trasplantes. Esto resolvería de fondo el gran problema de encontrar donadores, regresaría la salud y la calidad de vida a un importante número de personas.

La inseminación artificial humana, la donación de semen, la renta de úteros, la manipulación de los genes, la reproducción asexual, son temas muy polémicos en el campo de la ciencia y la tecnología médica. Y como cualquier otro dilema, tiene por lo menos dos puntos de vista; el útil para mejorar la calidad de vida del enfermo y el ¿hasta dónde?, el fin justifica los medios.

La dignidad humana y la esencia del ser humano en sí, está en el centro de la discusión bioética, nunca como ahora se hace más necesario el concurso de mentes libres, pero también inteligentes, en la solución de los conflictos presentes y futuros. El avance científico no se detendrá. ¿Estará la bioética a la altura necesaria para guiar ese avance, respetando al ser humano?